jueves, 5 de julio de 2007

EL CINE DE FRANÇOIS OZON


En décadas pasadas, la figura del director rebelde, anticanónico y poco compasivo subvirtió las reglas de un mainstream desacostumbrado a expresiones de naturaleza audaz y estructuras novedosas. Luego de un período caracterizado por el interés marketinero y la falta de creatividad en historias que atienden más a la fórmula de mercado que al relato guionado, pensar que existe la posibilidad de que algún realizador no se sustraiga a este dogmático axioma impulsado por los sellos de turno es casi utópico. Hasta el llamado 'cine independiente' no se pudo sustraer al encanto de tener más protagonismo puesto que, bajo el pretexto de accionar con mayor libertad, muchos de sus integrantes intentaron calificar con buenas notas elaborando relatos cortos y harto complacientes con el único objetivo de que las atentas 'majors' los incorpore a sus aquietadas filas. Arriesgarse en estas condiciones implica fidelidad artística y determinación frente a las presiones del sistema, dos actitudes indisolublemente presentes en el inclasificable François Ozon, una de las últimas promesas del alicaído cine francés de los últimos tiempos. Dueño de un dominio narrativo que combina buenas dosis de desprejuicio y un conocimiento acabado de las normativas de los filmes clásicos y de autor por igual, Ozon centra su interés en la indagación minuciosa de los conflictos de orden emocional en los que se ven sumergidos sus personajes y en la denuncia de los desórdenes de conducta que el establishment pretende ocultar. Gran parte de su voluntad estética radica en la hábil construcción del plano que remite a las puestas teatrales donde el conjunto actoral respeta las marcas de ubicación pactadas. Este esmero por las posiciones fijas y alineadas en el cuadro y una gestualidad que por momentos puede resultar maniquea y artificial representan las premisas fundamentales del quehacer ozoniano ya que actúan como disparadores de una realidad negada por los seres que la habitan, acostumbrados a desplazar el conocimiento de sí mismos por histerismos de carácter corporal. Se podría afirmar que existe una resistencia a la aceptación del presente, cualquiera sean sus manifestaciones, lo que los lleva en todos los casos a replegarse en un espacio íntimo y reparador; una zona familiar donde expiar, en secreto, culpas y restaurar agónicamente los fragmentos de una relación fallida.
En consecuencia, el tiempo del relato estará pautado por las crecientes tensiones que irán adquiriendo importancia según el grado de frustración y rabia manifestada aunque, generalmente, Ozon prefiere empezar con un tono leve, metáfora de la hipocresía social, para avanzar apelando al efecto 'sordina' generado por la conciencia de los malos actos y el quebranto anímico. Así, cierta poética del deseo no expresado por los cánones tradicionales se encuentra en estado latente tanto en "Gotas que caen sobre rocas calientes" como en "8 mujeres" ya que las auto imposiciones de orden existencial tienen por objeto el no reconocimiento del amor verdadero.

Basada en una pieza inédita de Rainer Werner Fassbinder, "Gotas que caen sobre rocas calientes" recupera la sensación de oprobio y desconfianza que se constituyeron en la marca de distinción del realizador alemán para proponer una nueva visión de la relación víctima-castigador en un ejercicio de neto corte 'queer' donde la irracionalidad domina todas las áreas. Durante los cuatro actos que articulan la obra, Ozon va desnudando todo tipo de bajezas e ignominias por las que transitan dos parejas gustosas de intercambiar roles e identidades sexuales con la esperanza de mitigar un tanto su soledad.
Esta línea argumental y muchos de los diálogos corrosivos que pautan la historia remiten a referentes cinematográficos que pudieron ser fuente de inspiración y modelo dramático en el trabajo con los sentimientos, a saber: "¿Quién le teme a Virginia Woolf?"; "El gato sobre el tejado de zinc caliente" o "En un año de trece lunas" y "Ruleta china" del propio Fassbinder, en las cuales el aburguesamiento de las costumbres es motivo de ritos cargados de iracundia y neurotismo. Dichas ceremonias dan lugar a la sordidez y el humor negro involucrados en "Gotas que caen sobre rocas calientes", matices provenientes del universo teatral de Albee y Williams, autores críticos de la desusada moral de la clase media americana. Incluso Ozon se permitió mitigar sus excentricidades en "Bajo la arena", película cargada de melancolía y tristeza que captura un lirismo no exento de la carga lúdica antes mencionada pero sí más arraigado en una matriz personal.

Este trabajo promueve los códigos que se constituirán en el lugar común narrativo de su filmografía, caracterizada por la preeminencia del factor femenino y el psicodrama como espacio de enunciación del conflicto. La pérdida de un principio regulador masculino, referente de expectativas y frustraciones por igual, oficia de nexo conductor de "8 mujeres", fresco desbordado y cargado de sutilezas que nos introduce en los distintos modos de representación de las emociones y en las accidentadas interacciones de la convivencia diaria. La fusión de géneros es la opción metafórica que Ozon desarrolla para mostrar los desbordes y estallidos propios del cruce de individualidades. La acción transcurre en una mansión de antaño, deudora de las más estilizadas puestas de la Warner en los cuarenta, habitada por distintas generaciones de mujeres expertas en el arte del engaño a partir del momento en el que se produce un asesinato.





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